26 mar 2008

FORO DE LA MILITANCIA

TOLERANCIA
Tolerare”, en latín significa “soportar, sufrir”; y de acuerdo con lo sentenciado por el Diccionario de la Lengua Española: “sufrir o llevar con paciencia”; permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente”.[1]
De la definición precedente, surge que la tolerancia importa un comportamiento negativo, ya que se trata de ocultar o justificar conductas o circunstancias con las que no estamos de acuerdo, sin tratar de revertirlas. Ello se debe a que “(…) El individuo, como parte integrante de la sociedad, debe compartir con los demás valores, normas, modelos y símbolos establecidos. Sin embargo, no todos los individuos presentan la misma adhesión a esas normas y valores. La adaptación al medio social implica diferentes grados de conformidad dependiendo de la sumisión o libertad de decisión del individuo y de la rigidez o tolerancia de la sociedad. Por ello, adaptación social no implica necesariamente conformidad, sino que puede conllevar la innovación o modificación de los elementos que integran una determinada cultura o sociedad.”[2]
Como corolario a lo expuesto, en mi opinión, el aspecto más controvertido de la tolerancia, se encuentra en la tolerancia vertical pública o estatal, donde se puede advertir una relación de subordinación entre los individuos de mayor y menor jerarquía, que componen la comunidad. Más aún, cuando se trate de límites de hecho, los cuales podrían llegar a dejar sin efecto a la tolerancia, es decir, que se consentirían situaciones o comportamientos ilegítimos, en pos de la mantención del status quo.
Entonces, no se trataría de permitir o justificar aquello con lo que disentimos, sino que a partir del disenso, en un debate amplio y plural, se construyan los soportes de aceptación, para así dar lugar a la verdadera tolerancia.

¿Es ética y moralmente aceptable, tolerar conductas o circunstancias con las que no estamos de acuerdo, sin tratar de revertirlas?

Ciertamente, ello no es admisible, por cuanto se estaría restringiendo la autonomía de la voluntad, en lo que hace al libre pensamiento, a lo que consideramos realmente bueno o malo, dando lugar de esta forma a un comportamiento funcional a intereses ajenos. Por lo tanto “(…) No se puede ser ilimitadamente tolerante bajo el riesgo de caer en insensatez (...)”[3]
El meollo de la cuestión, está en que un importante segmento de la sociedad, no está capacitada para emitir un juicio crítico acerca del obrar de aquellas personas que se arrogan el “poder”, con las cuales no concuerdan, siendo serviles al bien de unos pocos. Pareciera que es más fácil esconderse tras la cortina de la tolerancia, convirtiendo al hombre en una sombra, que aun se jacta del “no te metas”. Pero lo cierto es que para tolerar, hay que aceptar, de lo contrario se caería en una infame y mediocre complicidad; desapareciendo así la tolerancia y dando paso a la subordinación a aquellos que detentan el “poder”, para así mantener inalterable el estado en el que se vive. “(…) Aceptar una sola identidad común es estancarnos y buscar al pasado como fuente suprema de inspiración: lo que siempre se hizo así (…)”[4]
Si bien vivimos en un Estado de Derecho, donde supuestamente “podemos expresarnos libremente, y nuestras ideas son admisibles dentro de la pluralidad democrática”, no es menos cierto, que la pobreza de espíritu y la deficiente instrucción brindada por los establecimientos educativos, llevan al individuo a optar por el camino más corto, generando la conciencia del “esta todo bien”, “mejor que lo haga otro”; haciendo así de la tolerancia un estado de sumisión en pos de los intereses de las mediocracias de turno.
No es correcto invocar la tolerancia como acatamiento so pretexto de que continué en pie la democracia; porque si ello fuera cierto no se acallarían las voces de quienes piensan diferente, por creer que la expresión de sus ideas deriven en desorden y caos. Por el contrario, si realmente existiera la libertad de expresión, y se dejara de lado el individualismo y la hipocresía, se darían a luz los pensamientos de aquellos que pretenden superarse a si mismos, transformando la realidad para lograr el bien común, dándose de esta manera el ejercicio de la verdadera tolerancia.
“(…) La sociedad tolerante es una sociedad pluralista, crítica en relación a sus propios valores y sobre todo en relación a la propia idiosincrasia; una sociedad que se pone en discusión y desea su propia transformación, interpretada como maduración (…)”[5]; es decir, que a través de la tolerancia se plantea la evolución de la sociedad en la que vivimos hacia el bien común, pero no en términos de subordinación a un superior, lo cual implicaría involucionar en todos los sentidos, degradando a las personas a la categoría de rebaño. Se trata de REDISCUTIR LAS IDEAS, que convergen a través de los diversos pensamientos, en aras de transformar aquellas situaciones que producen descontento y no sólo oponerse por la oposición misma, lo que llevaría a la intolerancia extrema, como es el caso de quienes dicen representar a una ideología, y en vez de aportar soluciones o dialogar en búsqueda de las mismas, sólo acumulan quejas y ocasionan disturbios.
Pero la realidad es que el proceso de debate ideológico, se ha visto devaluado en la sociedad actual, producto del déficit educacional y cultural que hoy padecemos; de lo que se sigue que la tolerancia implique un mero soportar o sufrir -como ya he enunciado-, derivado de la consecuencia del miedo inducido y que cohíbe al individuo para expresar lo que es capaz de discernir, instalando así el conformismo y matando la utopía del progreso y la superación personal.
“(…) En las sociedades democráticas modernas se hace evidente que la opinión pública tiende a convertirse en el criterio de la verdad y en criterio de actuación de los gobernantes, lo cual no tendría inconveniente si cada ciudadano se comportara racionalmente, pero como ello no ocurre, corre el riesgo la sociedad moderna de ceder a los prejuicios intolerantes (…)"[6]. Es por ello, que para practicar la tolerancia primero se debe dejar de ser habitante, para así constituirse en ciudadano mandante y ejercer nuestros legítimos derechos, dentro de los cuales se encuentra la libertad de expresión, que nos hace libres pensadores y artífices de nuestro propio destino. Entonces, es necesario un uso racional de la misma en miras a transformar nuestra sociedad, en pos del bien común, intentando revertir aquello con lo que no estamos de acuerdo desde el ámbito de las ideas, en un marco plural. De esa manera ya no se invocará a la mera tolerancia so pretexto de mantener erguida la democracia, sino que se ejercitará la tolerancia con conciencia crítica, teniendo en claro ¿qué somos?, ¿qué queremos? Y ¿adónde vamos? Y así podrá realmente sostenerse que EL PUEBLO ES QUIEN DELIBERA Y GOBIERNA, a través de sus representantes y no a la inversa.

[1] “Diccionario Enciclopédico Éxito”, Grupo Editorial Océano, Barcelona España.
[2] "Adaptación social." Microsoft® Encarta® 2006 [DVD]. Microsoft Corporation, 2005.
[3] Mario A., Portela, “Ensayos sobre Filosofía del Derecho”, Ediciones Suárez, Mar del Plata, 2002, Pág. 149.
[4] Rubens Barbery, “La tolerancia”, Art. Extraído de www.mundoalreves.com, 2006.
[5] Leticia, Gianformaggio, “El mal a tolerar, el bien a tolerar, lo intolerable”, en DOXA, 11, Alicante, 1992.
[6] Sergio Alonso, Valverde-Alpizar, “De las Tolerancias”, Art. extraído de internet, 1999.
Eliana Valci
SEC GENERAL
elianavalci@gmail.com

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